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La fuerza de las ideas

  • paorpacas
  • 28 oct 2020
  • 4 Min. de lectura

Hoy, quiero que comencemos pensando qué es lo primero que se nos viene a la mente cuando vemos las siguientes palabras: “Trastorno Obsesivo Compulsivo”. De seguro que se les vino una imagen muy similar a esta: una persona un tanto ansiosa, que ve una pequeña manchita de suciedad en el suelo, se lanza a limpiarla y luego se lava las manos… se las lava 25 veces porque si no, no funciona. Otra imagen pudiera ser una persona que está constantemente comprobando que hizo las cosas bien: que cerró la puerta bien, que apagó todas las luces, que desenchufó todos los electrodomésticos… en fin, una comprobación eterna. ¿Te suena? Probablemente porque muchas veces lo hemos visto de esa forma en las películas, o a lo mejor conocemos a alguien que tiene este tipo de comportamientos.


Me atrevería a decir que hay veces que este tipo de “ilustraciones” parecen hasta entretenidas, de seguro porque se nos hace difícil comprender por qué las personas con TOC actúan de esa forma. Es más, sorprende saber que el 1% de la población desarrolla este tipo de comportamientos, comportamientos que, además, son totalmente involuntarios. Sin embargo, el Trastorno Obsesivo Compulsivo es un trastorno que genera mucho sufrimiento, y que se desarrolla porque hay mucho miedo hacia una determinada situación. Aunque parezca “gracioso”, el TOC no es gracioso: es un trastorno real, serio y que requiere de intervención psicológica para mejorar los síntomas.


Tal y como lo dice su nombre, el TOC tiene dos elementos muy característicos: las obsesiones y las compulsiones. Las obsesiones son pensamientos, impulsos o imágenes recurrentes y persistentes que se experimentan como intrusos e inapropiados, y que causan ansiedad. Son ideas que aparecen de la nada y se quedan, como un foco que se ilumina y que ya no se puede apagar. Por otro lado, las compulsiones son comportamientos o actos mentales de carácter repetitivo que la persona se ve obligada a llevar a cabo y que tienen como objetivo reducir el malestar de la obsesión. ¿Cómo juegan estos dos elementos en el TOC? Las obsesiones, como no son simplemente preocupaciones excesivas sobre problemas de la vida real, generan mucha ansiedad y llevan a pensar que uno tiene que hacer algo para sacarse el pensamiento de encima. Es en este momento donde aparece la compulsión, que disminuye la ansiedad… a corto plazo. La verdadera disfunción de este circuito es que cada vez que se hace la compulsión, no se enfrenta adecuadamente a la obsesión, y a largo plazo termina aumentando su frecuencia y el malestar que genera.


Las obsesiones más comunes de este trastorno suelen ser tener que ver con contaminación, daño (a uno mismo o a terceros), dudas, simetría, o religión. Estas parecieran preocupaciones irracionales, sin sentido; sin embargo, detrás de estas obsesiones hay un miedo real a una consecuencia real, aunque a veces pareciera que la consecuencia no tiene nada que ver con la obsesión. Lo que las personas con TOC temen es tan catastrófico que llevan a cabo cualquier tipo de compulsiones para reducir ese miedo; es por eso que a veces los vemos lavándose las manos repetidamente, chequeando constantemente una acción que hicieron, acomodando las cosas a su alrededor, o repitiendo oraciones o frases mentalmente.


¿Por qué pasa esto? ¿Cómo una simple idea puede transformarse en algo que genera tanto dolor y tanto miedo? Simple y sencillamente, la respuesta es que esos pensamientos molestan tanto debido al nivel de importancia que nosotros le damos. Esto se conoce como “sobrevaloración”, y hace referencia a la fuerza que tiene la creencia en nuestra mente: qué tan rígida es, qué tan mágica es, qué tantas emociones genera el contenido, y qué tan ciertas creemos que son.


Al final, esto es un problema central en el Trastorno Obsesivo Compulsivo; pero, no deja de ser algo que nos puede ocurrir a todos a lo largo de nuestra vida. Por ejemplo, de seguro alguna vez notaste que las siguientes frases pasaban por tu mente: “no voy a pasar ese examen”, “si le digo la verdad a tus papás, ya no me van a querer igual,” “si hablo con tu novio de lo que no me gusta, segurito me corta”, “no puedo hacer nada para resolver mi problema”, “si voy a esa fiesta, voy a pecar”... la lista sigue. Y no solo sigue la lista, sino que comenzamos a notar cosas o situaciones que confirman nuestro miedo y la idea continúa agarrando fuerzas.


Ante esta situación, nuestro primer instinto siempre es intentar controlar el pensamiento… pero, esto es muy difícil y rara vez funciona. Sin embargo, recordando un poco los supuestos de la Terapia de Aceptación y Compromiso, me crucé con una idea muy interesante: los pensamientos sólo son pensamientos. Leelo otra vez. ¿Qué quiere decir? Quizás al principio esta frase nos parezca algo obvio y sin mucha trascendencia… pero realmente tiene mucho peso. Hoy en día, nos creemos todo lo que nos dicen los pensamientos acerca del mundo y de nosotros mismos. Nos creemos que las ideas que surgen (y durante el día, surgen muchas ideas) nos definen o predisponen a que “seamos” algo o a que “hagamos” algo. Pero en realidad, los pensamientos sólo son pensamientos. Así como lo propio del corazón es latir, lo propio de la mente es pensar, y tenemos que sentirnos tranquilos de que a veces la mente también nos puede formular ideas que no tienen mucho sentido.


¿La solución? Dejar que los pensamientos pasen. No hacerles caso. Dejar que fluyan, que nos preocupen un poco, pero a la hora de las horas tener la seguridad que solo son ideas, y que así como vienen se van. Suena sencillo, pero poner en práctica esta solución puede ser difícil… A veces ayuda mucho escribir estos pensamientos y debatirlos uno a uno, compararlos objetivamente con la realidad. Otra opción puede ser distraerse, hacer actividades que disfrutamos y que nos hacen sentir bien. O, por último, buscar ayuda: hablar sobre esos miedos con alguien de confianza y que pueda ayudarnos a ordenar esas ideas. Lo importante es negar el poder que estos pensamientos pueden tener para quitarnos la paz, y para desviarnos de la ruta hacia la mejor versión de nosotros mismos.





 
 
 

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