Si quiero, puedo.
- paorpacas
- 11 nov 2020
- 5 Min. de lectura
Cuando me han preguntado acerca del 2020, me he dado cuenta que me gusta mucho llamarlo “el año de los retos”. Ha sido un año difícil, con pandemias, polarización, huracanes, elecciones presidenciales, guerras… En fin, ha sido un año lleno de retos. Pero, mientras más he platicado con la gente que me rodea, me he dado cuenta de cómo muchos de ellos han decidido retarse a sí mismos de forma positiva, con el fin de poder afrontar todas las dificultades que están pasando fuera de sus hogares.
Creo que todos conocemos al menos a una persona que, a raíz de la pandemia y la cuarentena, ha decidido hacer cambios positivos en su rutina diaria: aquellos que jamás se ejercitaban ahora llevan una “vida fit”, los que tenían años sin leer ya leyeron todos los libros en su librera, los que quemaban el aceite en la sartén ahora son chefs profesionales, y aquellos que no tenían tiempo ni para respirar, ahora tienen tiempo para coser, ver películas y descansar. En otras palabras, ¡nos ha cambiado la vida!
Sin embargo, viene la gran pregunta: ahora que el mundo está volviendo “a la normalidad”, ¿cuántas de estas personas siguen teniendo esos hábitos? ¿Cuántos de los que iniciaron un cambio radical en su estilo de vida siguen manteniéndolo? Te sorprendería saber que muchos sí lo siguen haciendo, pero a la mayoría ya se le olvidó todas las metas que se habían propuesto cumplir y mantener por el resto de sus vidas.
¿Por qué pasa esto? ¿Por qué hay veces que contamos con toda la motivación del mundo para desarrollar hábitos positivos, y luego, como si nada, la motivación se nos va? Hoy, más que nunca, es MUY importante que hablemos de este tema, y que comencemos por preguntarnos: ¿Me siento motivado? ¿Estoy luchando y viviendo en una dirección concreta? ¿Le estoy apuntando a una meta? Si la respuesta a estas tres preguntas es un "no", a lo mejor vale la pena que averigüemos e identifiquemos por qué nos estamos sintiendo de esta forma. Me imagino que la respuesta de muchos puede ser "¿para qué?": ¿Para qué me voy a arreglar si no veo a nadie en todo el día? ¿Para qué voy a seguir entrenando en fútbol si se van a cancelar todos los partidos del semestre? ¿Para qué sigo buscando trabajo si la gente casi no está contratando ahora?
Son preguntas difíciles, y es válido hacerse esas preguntas en momentos en los que hay tal incertidumbre que ni sabemos dónde vamos a estar en un mes. Pero, la pregunta más difícil, más tramposa, y que subyace a las anteriores, es la siguiente: ¿Para qué me voy a esforzar para iniciar un nuevo hábito, si siempre que lo intento, no lo logro hacer?
En Psicología, hay un concepto que no necesariamente es muy conocido, pero que sí es muy importante: lo llamamos “profecía auto-cumplida” o “Efecto Pigmalión”. ¿Alguna vez te pasó en el colegio que pensaste que las matemáticas no eran lo tuyo, y que por tanto te iba a ir re-mal? Y que, en efecto ¿te fue re-mal? Esto es la profecía auto-cumplida: cuando aquello que sentís que puede pasar termina pasando, e inconscientemente nosotros vamos conformando la realidad para que esto ocurra.
“Nunca me ha gustado leer, entonces si intento comenzar ahorita, a mis 25 años, no lo voy a lograr…” y, claro, no lo logramos porque gracias a esta creencia, no nos permitimos ni agarrar un libro de los que tenemos guardados. La trampa de la profecía auto-cumplida es que, cómo ya nos hemos hecho a la idea de que hay una alta probabilidad que algo suceda, todo lo que hacemos o no hacemos gira en torno a esa predicción; nos olvidamos que puede que triunfe la pequeña probabilidad de que las cosas serán distintas y, por eso, no nos esforzamos por que lo sean.
Elaborar este tipo de profecías, referidas a nosotros mismos o a las personas que nos rodean, nos envuelve en un círculo vicioso en el que no hay espacio para el cambio. No esperamos nada de nadie ni de nosotros mismos, no porque no quisiéramos que las cosas fueran diferentes, sino porque genuinamente no nos permitimos pensar en que lo pueden ser. Y, como consecuencia, tampoco nos motivamos para hacer los cambios que estamos buscando.
Si estoy entrampado por la profecía auto-cumplida, ¿para qué, entonces, vale la pena animarse a hacer los cambios que quiero ver? En mi opinión, la respuesta más sencilla a esta pregunta es: para no perder la alegría, para no perder la noción de que podemos lograr cualquier cosa que nos proponemos. Si perdemos la motivación para el cambio, si interiorizamos la idea de que es imposible desarrollar hábitos y talentos que nos permiten vivir más felices, pasamos de querernos comer al mundo, a no querer saber nada de él. Cada vez nos van dando menos ganas de experimentar, aprender, luchar, y los días se van volviendo más aburridos; no nos pasa nada bueno, y comenzamos a vivir en el mundo de la amargura.
Y, paradójicamente, es en los momentos desafiantes, difíciles e inciertos, donde más debemos procurar mantener la alegría y la mentalidad de crecimiento. ¿Para qué me voy a esforzar en ser mi mejor versión, si no sé qué va a pasar en un mes? Porque algún día, ojalá más pronto que tarde, la pandemia, el aislamiento y la incertidumbre se van a terminar. Y, tenemos que estar listos para el mundo nuevo al que nos vamos a tener que enfrentar. Con todo lo que ha pasado, y todo el daño que ha habido, el mundo va a necesitar que todos estemos listos para ofrecerle nuestra mejor versión.
Esta semana vimos que no hace falta hacer miles de cambios a la vez para darle una vuelta a nuestra vida; solo hace falta encontrar un hábito clave, que nos haga más felices y que tendrá un efecto dominó en todas las áreas de nuestra vida. Buscá tu hábito clave. Ya sea salir a correr por las mañanas, anotar tres cosas por las que dar gracias antes de dormir, leer un libro de auto-ayuda después de almuerzo, o llamarle a amigos o familiares 3 veces por semana, la clave está en que te traiga alegría, te llene de energía, y te convenza de que la vida puede ser diferente… siempre y cuando tú querás que lo sea.
No te dejés llevar por tus profecías; te aseguro que si lo hacés, todas se van a cumplir. Mejor, soñá con algo diferente, proponete cumplir ciertas metas, y luchá todos los días por acercarte a la mejor versión de ti mismo. Esa versión, es la que va a dejar una huella positiva donde quiera que vaya.

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