Sí hay diferencia
- anama016
- 21 oct 2020
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 26 oct 2020
Dra. Ana María Salazar
Médica y Cirujana especialista en Psiquiatría de la Universidad CES, con entrenamiento en psiquiatría comunitaria y recuperación de la Universidad de Yale, CT, EEUU. Miembro activo del Yale Latino Recovery Colectivo. Apasionada por el tema de promoción y prevención de la salud mental, así como las intervenciones grupales y la inclusión psicosocial.
Yo crecí en una familia pequeña, éramos en total trece personas de las cuales solo 2 eran hombres; es decir, mi familia es un “matronato”, y durante 28 años estuvo al mando de mi abuela. Ella fue una pieza clave en mi vuelo, y por tanto, una parte importante de lo que soy hoy.
Cuando era adolescente, no se me hacía fácil la comunicación asertiva, y la frase que más me marcó de mi abuela cuando me estaba dando tips sobre la forma de hacerlo, fue “es que es el tonito”. Hoy, quienes me conocen, podrían dar fe que la repito con frecuencia.
“Es el tonito”, es simplemente la forma de decir que el lenguaje que utilizamos para referirnos o hablar con los demás, es tan importante como la forma en que lo hacemos. Y cuando yo hablo de lenguaje no solo me refiero al verbal, sino también y sobre todo, al no verbal. Ese del que poco conscientes somos.
Como podrás imaginar, yo creía que había aprendido la lección que mi abuela, con tanto amor, me había enseñado. Y sí, en parte lo había hecho; sin embargo, tenía que llegar a Yale, el otoño del 2019, para darme cuenta que en salud mental el lenguaje no solo es importante, sino que es clave para poder conversar con una persona que ha venido en tú búsqueda, no solo para ser diagnosticado, sino sobre todo comprendido y escuchado.
Era necesario salir del hospital, de la comodidad de mi consultorio, de mi zona de comfort, para escuchar y ver de otra manera la vida de aquellos a quienes yo tenía la oportunidad de ver solo durante 30 minutos en una consulta, pero que eran mamá, papá, hermano, hijo, empleado, entre otros muchos roles que podían tener. Fue allí donde verdaderamente entendí aquello de los rótulos, y lo estigmatizantes que son.
¿Y cómo se puede rotular a alguien en salud mental?
Cuando entré a estudiar psiquiatría, ésta era una rama poco apetecida de la medicina. Todos teníamos en mente lo que el cine nos había mostrado y lo que la sociedad en si misma se encargó de comercializar: personas con enfermedades mentales sometidas a procedimientos tortuosos, amarrados, con los ojos desorbitados y quienes no podían decidir por sí mismos, sino que otros lo hacían por ellos.
Me pregunto si alguno, al ver una película así, se cuestionó ¿Es esto real? ¿Acaso esto no es estigmatizante?
Pero el cine no es lo único; de pronto lo más visible, pero no lo único. Las personas que allí trabajan podrían excusarse en que no son personal de salud, y que desconocen el tema, pero ¿Acaso el desconocimiento de la norma me libra de las consecuencias de no cumplirla?
Y aquí entra de nuevo el lenguaje. Mientras lees esto, sonreirás si alguna vez has escuchado en la calle que alguien (incluso podrías ser tú mismo) dice frases como “Soy bipolar, o es que ella es bipolar” “es un drogadicto” “está loco” “no es normal” “está yendo al psicólogo porque está mal” “necesita un psiquiatra”.
Y sí, retomamos el “tonito”. ¿Podrías recordar el tonito con que escuchaste alguna de las frases anteriores?
Es probable que haya sido despectivo, o quizá no, pero la realidad es que ese tipo de frases reducen nuestro Ser a un diagnóstico, a una condición. Es decir, borran del panorama nuestro Ser Persona, para convertirnos en una enfermedad. Esto sin tener en cuenta que muchas de estas frases no son verdad: la mayoría de las personas que “dicen ser bipolares” realmente no tienen un trastorno afectivo bipolar.
¿Te percataste de la diferencia que hay en la última frase? Vuélvela a leer. ¿Ahora sí? Aquí te lo dejo más sencillo: ser bipolar no es lo mismo que tener un trastorno afectivo bipolar, así como estar luchando con un trastorno por uso de sustancias no es lo mismo que ser un drogadicto. Te demoras un poco más en decirlo, pero hay una diferencia, y esa diferencia sí que hace la diferencia.
La próxima vez que te encuentres a ti mismo diciendo alguna de las frases mencionadas anteriormente, te invito a que hagas una pausa y pienses: Si yo fuera esa persona, ¿cómo me gustaría que los demás se refirieran a mí?
Las personas con necesidades en salud mental, están haciendo lo mejor que pueden con lo que tienen; ninguno ha escogido una enfermedad y tampoco desea lástima de los demás; simplemente piden ser tratados con dignidad, compasión y equidad de condiciones.
Todos hemos escuchado de la importancia del lenguaje, en mi caso desde muy pequeña con mi abuela, pero parece que no todos hemos aprendido la lección. Es más fácil empezar por cambios pequeños, que sostenidos en el tiempo puedan generar una gran revolución; el mundo necesita de personas que estén dispuestas a pensar y actuar distinto, y en tus manos también está la diferencia. Yo creo en el poder del lenguaje y en la diferencia que hace, ¿y tú?

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